Las conclusiones que se extraen del último informe del CIS son un claro reflejo del descontento que los grades partidos políticos despiertan en la sociedad española, a día de hoy escéptica y desconfiada.
Se podrá decir que, puesto que el CIS depende del Ministerio de Presidencia, todo lo que derive de este organismo ha de ponerse en tela de juicio. Pero aquí vamos a ignorar esa posibilidad conspirativa y confiaremos en la seriedad de las instituciones del Estado.
El Gobierno socialista, el PSOE, recibe duras críticas de una España sangrante de crisis económica, es castigado por los malos datos del paro, de recesión y de una lenta recuperación que parece no llegar nunca. Sus previsiones se cumplen a medias, se pasan de optimistas y quedan mal ante los pronósticos económicos internacionales de la CEOE o el FMI, que nos auguran un futuro complicado. Como se suele decir, le ha tocado pagar el pato.
Con diferencia, la máxima preocupación para la gente es el paro y la crisis. El Gobierno intenta demostrar que comparte esa inquietud, pero la ciudadanía no acaba de captar su mensaje, y no convencen los resultados del Plan E ni del conjunto de medidas y proyectos puestos para frenar la caída de la Economía española.
Hasta aquí llega la crítica que l@s ciudadan@s hacen al Gobierno de turno de Zapatero, a quien, por otro lado, no se le puede negar su compromiso con lo social, con la igualdad y con avanzar en derechos, como así lo demuestra la confianza depositada en los socialistas para afrontar temas como Sanidad, Educación, Terrorismo, Medio Ambiente o las Políticas sociales y de Igualdad.
Por otra parte, si analizamos la opinión que se tiene del Partido Popular, destaca que exista un 25% de la población que nunca votaría al PP, dato que sobresale muy por encima de partidos como PSOE (12%) o IU (10%); importante que Rajoy se encuentre por debajo de Zapatero en valoración política; así como la evaluación de la actitud política del PP, considerada sólo por un 10% como buena y por un 55% como mala o muy mala (PSOE 14% buena/muy buena, 46% mala/muy mala). También es notorio el hecho de que Zapatero inspire poca o ninguna confianza a casi el 75% de la población, mientras que Rajoy sea a más del 80%.
Como conclusión, de celebrarse elecciones generales, el PP sacaría una ventaja al PSOE que, aunque mínima, podría darle la victoria electoral.
¿Cómo es posible que alguien confíe en un partido que se alegra cada vez que sube el paro y aplaude las malas noticias, pensando en los votos y no en las personas? Un partido que no ha presentado hasta la fecha un proyecto serio anti-crisis que tenga como eje prioritario el bienestar y protección de la mayoría de la sociedad española; un partido que, no lo olvidemos, tiene como postulados ideológicos los mismos que quienes, con su neoliberalismo económico salvaje, nos metieron en esta profunda crisis internacional; o un partido sin un líder que sepa poner orden en sus propias filas, que defiende a los corruptos y no les pide explicaciones, apoyando teorías conspirativas que atentan contra el Estado y contra la propia razón lógica.
Se podrá decir que, puesto que el CIS depende del Ministerio de Presidencia, todo lo que derive de este organismo ha de ponerse en tela de juicio. Pero aquí vamos a ignorar esa posibilidad conspirativa y confiaremos en la seriedad de las instituciones del Estado.
El Gobierno socialista, el PSOE, recibe duras críticas de una España sangrante de crisis económica, es castigado por los malos datos del paro, de recesión y de una lenta recuperación que parece no llegar nunca. Sus previsiones se cumplen a medias, se pasan de optimistas y quedan mal ante los pronósticos económicos internacionales de la CEOE o el FMI, que nos auguran un futuro complicado. Como se suele decir, le ha tocado pagar el pato.
Con diferencia, la máxima preocupación para la gente es el paro y la crisis. El Gobierno intenta demostrar que comparte esa inquietud, pero la ciudadanía no acaba de captar su mensaje, y no convencen los resultados del Plan E ni del conjunto de medidas y proyectos puestos para frenar la caída de la Economía española.
Hasta aquí llega la crítica que l@s ciudadan@s hacen al Gobierno de turno de Zapatero, a quien, por otro lado, no se le puede negar su compromiso con lo social, con la igualdad y con avanzar en derechos, como así lo demuestra la confianza depositada en los socialistas para afrontar temas como Sanidad, Educación, Terrorismo, Medio Ambiente o las Políticas sociales y de Igualdad.
Por otra parte, si analizamos la opinión que se tiene del Partido Popular, destaca que exista un 25% de la población que nunca votaría al PP, dato que sobresale muy por encima de partidos como PSOE (12%) o IU (10%); importante que Rajoy se encuentre por debajo de Zapatero en valoración política; así como la evaluación de la actitud política del PP, considerada sólo por un 10% como buena y por un 55% como mala o muy mala (PSOE 14% buena/muy buena, 46% mala/muy mala). También es notorio el hecho de que Zapatero inspire poca o ninguna confianza a casi el 75% de la población, mientras que Rajoy sea a más del 80%.
Como conclusión, de celebrarse elecciones generales, el PP sacaría una ventaja al PSOE que, aunque mínima, podría darle la victoria electoral.
¿Cómo es posible que alguien confíe en un partido que se alegra cada vez que sube el paro y aplaude las malas noticias, pensando en los votos y no en las personas? Un partido que no ha presentado hasta la fecha un proyecto serio anti-crisis que tenga como eje prioritario el bienestar y protección de la mayoría de la sociedad española; un partido que, no lo olvidemos, tiene como postulados ideológicos los mismos que quienes, con su neoliberalismo económico salvaje, nos metieron en esta profunda crisis internacional; o un partido sin un líder que sepa poner orden en sus propias filas, que defiende a los corruptos y no les pide explicaciones, apoyando teorías conspirativas que atentan contra el Estado y contra la propia razón lógica.
Que gobierne la derecha del PP, sencillamente, no es una alternativa responsable ni coherente en los tiempos que corren para asegurar el buen futuro del país; no es la solución a los problemas económicos, los cuales sólo podrán solventarse desde una política de izquierdas solidaria, social y, en definitiva, más preocupada por el bienestar general que por desgastar al adversario político utilizando el dolor y la angustia de millones de personas.
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