Si sumamos que, según las últimas noticias, el futuro de la economía española se ve negro todavía, junto a la propuesta del Gobierno sobre la reforma de nuestro sistema de pensiones, obtenemos como resultado un ciudadano de izquierdas cabreado.
En primer lugar, lo criticable de la gestión de la crisis por parte del Gobierno no es, como dicen algunos, su “improvisación” o “derroche presupuestario”, sino la falta de un ideario socialdemócrata claro y firme que no se ande con medias tintas a la hora de buscar soluciones: apuesta real por un cambio de modelo económico más sostenible y productivo, aumento de las políticas sociales generadoras de bienestar y empleo, lucha contra el fraude fiscal y los intereses de la banca, etc.
Si es cierto que el Ejecutivo se preocupa “por quienes peor lo están pasando”, debería hacer más caso a los sindicatos y menos a la patronal, al menos en lo que se refiere a política económica, y escuchar antes a quienes le critican desde la izquierda que desde la derecha. Defender el Diálogo Social está muy bien, pero no olvidemos que la gran mayoría de la población en España se considera trabajadora.
Por otro lado, toda la izquierda ha condenado que el Gobierno socialista plantee la posibilidad de aumentar la edad de jubilación hasta los 67 años, tal y como viene defendiendo la derecha.
El motivo de esta indignación es evidente, ya que supone un enorme retroceso social y un deterioro de la calidad de vida de millones de trabajadores. Es una medida innecesaria, impopular y socialmente ineficaz.
Necesitamos reformar nuestro sistema de pensiones de cara al futuro, pero para ello no se tiene por qué privatizar ni recortarse derechos. Un gobierno socialdemócrata, como hizo el sueco o danés, antes aumentaría el presupuesto destinado a la emancipación juvenil, a incentivar el empleo femenino mediante políticas que permitan compaginar la vida laboral y familiar, a combatir el paro juvenil, así como regular eficazmente las prejubilaciones anticipadas en algunas empresas, etc.
El PSOE se equivoca con estas medidas antes socioliberales que socialdemócratas, esperemos que recapacite y que se deje aconsejar por quienes ahora le criticamos, y que en el pasado le votamos.
En primer lugar, lo criticable de la gestión de la crisis por parte del Gobierno no es, como dicen algunos, su “improvisación” o “derroche presupuestario”, sino la falta de un ideario socialdemócrata claro y firme que no se ande con medias tintas a la hora de buscar soluciones: apuesta real por un cambio de modelo económico más sostenible y productivo, aumento de las políticas sociales generadoras de bienestar y empleo, lucha contra el fraude fiscal y los intereses de la banca, etc.
Si es cierto que el Ejecutivo se preocupa “por quienes peor lo están pasando”, debería hacer más caso a los sindicatos y menos a la patronal, al menos en lo que se refiere a política económica, y escuchar antes a quienes le critican desde la izquierda que desde la derecha. Defender el Diálogo Social está muy bien, pero no olvidemos que la gran mayoría de la población en España se considera trabajadora.
Por otro lado, toda la izquierda ha condenado que el Gobierno socialista plantee la posibilidad de aumentar la edad de jubilación hasta los 67 años, tal y como viene defendiendo la derecha.
El motivo de esta indignación es evidente, ya que supone un enorme retroceso social y un deterioro de la calidad de vida de millones de trabajadores. Es una medida innecesaria, impopular y socialmente ineficaz.
Necesitamos reformar nuestro sistema de pensiones de cara al futuro, pero para ello no se tiene por qué privatizar ni recortarse derechos. Un gobierno socialdemócrata, como hizo el sueco o danés, antes aumentaría el presupuesto destinado a la emancipación juvenil, a incentivar el empleo femenino mediante políticas que permitan compaginar la vida laboral y familiar, a combatir el paro juvenil, así como regular eficazmente las prejubilaciones anticipadas en algunas empresas, etc.
El PSOE se equivoca con estas medidas antes socioliberales que socialdemócratas, esperemos que recapacite y que se deje aconsejar por quienes ahora le criticamos, y que en el pasado le votamos.