31 de julio de 2009

Basta YA!


No encuentro palabras para describir lo que siento, el cúmulo de sensaciones es tal que solo lo puedo expresar con una pregunta: ¿por qué?

¿Por qué ETA no ha desaparecido de nuestras vidas? ¿Qué razones llevan a alguien actuar de una manera tan vil, cobarde, tan despreciable y tan inhumana? Jamás lograré entenderlo, y supongo que la inmensa mayoría de seres humanos tampoco.

Se nos dice que ETA está más débil que nunca, quiero pensar que es así. Ya no es como hace tiempo, cuando el número de atentados y de víctimas era insoportable, cuando las detenciones a altos miembros de la banda no se sucedían con tanta rapidez y eficacia, cuando Francia no era más que un país vecino que actuaba por vía libre, o cuando el asombroso apoyo social de ETA hacia cuestionar la dignidad del pueblo vasco.

Ahora es ETA quien teme a España, no al contrario. Es ahora cuando más unid@s debemos estar tod@s l@s ciudadan@s, es el momento de confiar en la democracia y en la autoridad del Estado de Derecho, en sus instrumentos y sus gobernantes.

Siempre he creído y defendido el fin de ETA por la vía pacífica, mediante el diálogo enmarcado en la Constitución y el fin definitivo de la violencia. Nunca aceptaré el chantaje político pero tampoco el Terrorismo de Estado.

La solución en Euskadi pasa por el avance social, el progreso en el autogobierno dentro de un marco legal conjunto. La realidad de España nos conduce hacia un modelo de Estado plural, descentralizado y solidario, esa es la realidad y la conclusión a la que la inmensa mayoría ha llegado tras comprobar nuestra distribución geográfica y nuestra historia.

La sociedad vasca asimila cada vez más la necesidad de llegar a acuerdos, no a enfrentamientos; considera vital el fin de la violencia para alcanzar la paz en Euskadi y España; comprende que es más los que nos une a todos los españoles y españolas que lo que nos separa y, lo más importante, poco a poco se aleja de las tesis soberanistas y su defensa mediante el terror, para evolucionar hacia posicionamientos más acordes a un mundo global y diverso como el del siglo XXI, aceptando las normas de la democracia y queriendo convivir en paz.

Ya son 50 años de barbarie, BASTA YA!

30 de julio de 2009

Populismo NO, Gracias


Estos días, a raíz de hechos repugnantes como son las violaciones de niñas de 13 años a manos de un grupo de adolescentes de su misma edad, algunos de 12 y 13 años, está en boca de mucha gente un tema delicado: ¿Debe España reducir la edad penal? De entrada he de contestar con un rotundo NO.

El principal motivo que me lleva a negar tal desproporcionalidad legislativa es muy simple: el hecho de legislar en caliente y al calor de la alarma social solo nos conduce al más irracional de los populismos.

Pero, ¿qué dice la ley cuando ocurren este tipo de delitos a manos de un/a menor? En el año 2000 el gobierno presidido por José María Aznar aprobó la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, más comúnmente conocida como Ley del Menor. Dicha ley estipula la edad de responsabilidad penal en los 14 años, es decir, a partir de esa edad un menor asume las consecuencias penales de sus actos, en concordia con la mayoría de países, mientras que a los menores de 14 años se les aplica las normas de protección de menores recogidas en el Código Civil y en la Ley de protección jurídica del menor.

Según marca la ley “para la elección de la medida o medidas adecuadas se deberá atender de modo flexible, no sólo a la prueba y valoración jurídica de los hechos, sino especialmente a la edad, las circunstancias familiares y sociales, la personalidad y el interés del menor” siendo, en caso de delito grave, como puede ser un asesinato, la condena de internamiento en régimen cerrado (un Reformatorio) pudiéndose, en opinión y valoración del Juez, fiscal, etc. ingresar en prisión el condenado o condenada una vez cumpla la mayoría de edad.

Bien, observemos ahora las Estadísticas. Según los últimos informes de delincuencia juvenil (hasta los 17 años) parece claro que los delitos más comunes cometidos por menores (teniendo en cuenta que un 30% de las infracciones penales son faltas, o delitos leves) se encuentran el robo con fuerza o intimidación (28,9%) lesiones (10,0%) y hurtos (5,9%); siendo los menos habituales el homicidio-asesinato o contra la libertad sexual. Estos datos experimentan mayor auge a medida que aumenta la edad del delincuente, siendo, de este modo, ínfimos los delitos cometidos por menores de 14 años en España, uno de los países con la tasa de criminalidad más bajos de Europa (terceros por la cola).

Dicho esto, no estoy excusando las aberraciones cometidas por chavales de 12 o 13 años, porqué sigue siendo un problema importante el hecho de que sucedan atrocidades de este calibre en pleno siglo XXI. Lo que trato de argumentar es la total falta de responsabilidad política que tienen algunos grupos ideológicos que reclaman mayor dureza contra quienes actúan de esta manera, dejándose llevar por la ira y la venganza, el dolor y la rabia que provoca la impotencia, enemigos de la verdadera justicia.

Tengamos en cuenta que la Ley del Menor fue reformada no hace mucho, en 2006, y que volver a lo mismo solo nos lleva a ignorar las causas de la delincuencia y buscar solo la consumación de nuestra cólera para con los responsables.

Como conclusión, considero que la actual Ley es la más adecuada para combatir y castigar los crímenes llevados a cabo por menores, el problema no es la ley, sino reflexionar sobre qué tipo de educación estamos fomentando hoy día en nuestra sociedad para que ocurran estas desgracias; qué modelo de vida y aspiraciones queremos transmitir a nuestros jóvenes; qué estilo social de convivencia.

La solución no pasa sólo por una buena Ley, sino principalmente por una buena Educación de los jóvenes para no tener que castigar a los adultos. Esto quiere decir que se ha demostrado más eficiente la prevención que la represión; buscar medidas condenatorias alternativas al Internamiento en Régimen cerrado capaces de mejorar la reinserción y reeducación del menor; o especializar a la Policía, Jueces y Fiscales en materia de menores que permita mayor efectividad.

Este es el camino a seguir, y es la vía que considero oportuna a la hora de afrontar esta realidad social que, aunque puntual y minoritaria, existe.

22 de julio de 2009

Corruptelas en Valencia


Parece que en la C.Valenciana se va estirando de la manta y se asoma poco a poco toda la porquería acumulada durante años de mala gestión y amistades peligrosas. Lo último es lo que faltaba, la honorable Rita Barberá bajo sospecha.

El caso Gürtel cada día nos sorprende más a millones de ciudadanos, indignados con la cantidad de chanchullos y negocios sucios que se están descubriendo en torno a personalidades del Partido Popular, singularmente en la caso de Valencia, donde ostentamos el título del primer presidente autonómico imputado por un delito de cohecho.

Hace unos meses se nos decía por parte del señor Camps y todo su séquito de aduladores que todo esto era una infamia, una mentira, una falacia propulsada desde el Gobierno para manchar la imagen del PP y a modo de revancha por los copiosos resultados electorales que este partido conservador acumula en tierras levantinas desde hace más de 10 años (a día de hoy continúan lanzando mensajes similares).

De ahí, de decir que no se conocía a Álvaro Pérez “Bigotes” ni a Correa y negarlo todo, se ha pasado a decir que sólo existían unos contratos con estos señores y sus empresas fraudulentas (contratos que se hicieron bajo irregularidades) para después, tras el escándalo de los trajes y regalos a familiares que pruebas policiales han sacado a la luz, reconocer que sí que se conocía a estos delincuentes, a los que incluso se les “quería un huevo”.

Ahora se intenta descaradamente restarle importancia a estos hechos, incluso se ha llegado a decir que sería conveniente eliminar el delito de cohecho del código penal. Se argumenta desesperadamente que qué importaran “tres o cuatro trajes de nada”, se acusa al PSOE de estar detrás, se ataca al periódico que ha manejado todo este asunto desde el principio y, lo más increíble, se mantiene en su puesto político a toda una serie de personalidades importantes que uno de estos días tendrán que sentarse ante un jurado y declarar delante de un juez.

Ya nadie se acuerda del código ético del PP, si alguna vez se aplicó, nadie acepta que todo esto venga de investigaciones policiales, nadie se da cuenta de que han sido propios militantes del PP los que han denunciado estos delitos de corrupción masiva. Todo eso no importa, lo que importa es negar la mayor y luego poco a poco ir cayendo ante la evidencia, lo que importa es cuestionar el Estado de Derecho y acusar a los demás de los propios defectos, sin pruebas claro; lo importante es hacer la vida imposible a todo aquel que se atreva a hurgar más en la oscuridad que rodea este embrollo (pobre sastre de Camps).

Sinceramente, estoy con Rajoy cuando dijo que “nadie es tan tonto como para venderse por dos trajes”. Demasiados macro-eventos se han dado lugar en Valencia, actos que los valencianos seguimos pidiendo explicaciones de cuánto nos ha costado y cuánto beneficio real se ha obtenido. Quizá eso ya no sea necesario, porqué la pregunta ahora debería ser: quién ha salido beneficiado? Por ahora solo se sabe una cosa, que el pueblo valenciano ni de coña.

19 de julio de 2009

Homosexualidad, nada extraño

“Homosexualidad y familia” es un libro dirigido principalmente a personas cuya orientación sexual difiere de la convencional heterosexualidad (ya sean homosexuales, bisexuales o transexuales) y a sus familias, especialmente padres y madres, a profesionales encargados de dar consejo y trabajar con esta minoría social y al conjunto de la sociedad en general.

Se trata de una extensa reflexión acerca del origen de la orientación del deseo homosexual/bisexual y de la evolución que ha experimentado a lo largo de la historia hasta nuestros días, tratando de desmitificar, desde el conocimiento científico, falsas y negativas creencias populares hacia este colectivo, planteando el tema con una perspectiva abierta, tolerante y solidaria. Dentro de esta meditación, el libro aborda temas tan polémicos como el matrimonio homosexual o la posibilidad de que parejas homoparentales adopten, que más adelante comentaremos.

En primer lugar, se deja claro que la homosexualidad es simplemente una forma más que los humanos tenemos de relacionarnos y de vivir nuestra sexualidad en libertad, es algo que la ciencia ha demostrado compatible con la salud personal y social (al margen de problemas derivados de la presión social a la que están sometidos la mayoría de homosexuales, como ansiedad o depresión) desmintiendo su supuesto origen como enfermedad o trastorno psicológico y siendo incapaz de explicar la raíz de la orientación del deseo desde cualquier punto de vista.

Teniendo en cuenta esto, es importante señalar que, debido al desconocimiento acerca de la elección del deseo sexual, el hecho de que existan personas cuya orientación cambie en el tiempo o se consideren bisexuales, no debe ser motivo de discriminación alguna, pues, como se ha dicho, hablamos de algo compatible con la salud personal y social y algo que, quien lo experimenta, no elige voluntariamente.

Desde siempre se ha considerado la homosexualidad como una “desviación de lo natural”, llegando a ser clasificada hasta no hace mucho como patología médica. No son pocos los prejuicios que han sido y son vertidos sobre este colectivo, fundamentados, por una parte, en la ignorancia de quien ha sido educado en el temor y rechazo hacia los homosexuales desde la visión ortodoxa de la religión o ideología conservadora, unido a la transmisión de múltiples ideas populares homófobas e irracionales.

La homofobia, como tal, se basa en el sentimiento de miedo y rechazo hacia los homosexuales, sin ninguna justificación científica. También conviene mencionar que el hecho de acatar los llamados “roles sociales” de una comunidad es una importante fuente de posible rechazo hacia personas homosexuales (o no) que no se sienten identificadas en tales roles, de ahí la importancia de educar en igualdad y eliminar la idea del “hombre macho” y “mujer femenina”, pues sólo así conseguiremos que la sociedad y las propias personas homosexuales se acepten y convivan satisfactoriamente.

Uno de los grabes problemas que conlleva la homofobia es la manera en que los padres de hijos o hijas homosexuales encaran la homosexualidad de sus hijos, pues no son pocas las historias de familias rotas y enemistadas por el trauma que supone para muchos padres esta noticia. Es por ello por lo que se les debe facilitar información para eliminar de sus mentes falsas y erróneas ideas hacia la homosexualidad, hacerles ver que lo único que han de tener presente es, ante todo, el bienestar de sus hijos, darles el cariño y amor incondicional que sólo se recibe de los padres, ya que sólo de esta manera se alcanzará una relación satisfactoria con los hijos y conseguirán quitarles una parte de la pesada carga que desgraciadamente todavía hoy día soportan.

También, pensando en los propios hijos homosexuales, es necesario enseñarles y educarles desde niños (niños en general) para que aprendan a reconocerse y valorarse a sí mismos, su orientación sexual, sin temor y con seguridad. Es triste que todavía hoy, en una sociedad cada vez más abierta y tolerante ante estos temas antiguamente tabúes, exista tal miedo al rechazo y a la discriminación por ser de una determinada orientación del deseo, que no pocos homosexuales se fuerzan a no reconocerse como tales.

Por otra parte, la reciente Ley que permite el matrimonio homosexual, así como la capacidad de adoptar y tener hijos, ha despertado gran polémica en la sociedad internacional y más concretamente en España, de importante tradición católica. El rechazo a estas leyes por parte de un amplio sector de la población refleja que aún queda mucho camino por hacer para lograr la efectiva igualdad en derechos de todos los ciudadanos, pues no dejan de ser posturas homófobas que obstaculizan el bienestar del colectivo homosexual e ideologías que, si bien es cierto que actualmente el respeto por los homosexuales está bastante consensuado, representan una clara hipocresía por parte de aquellos que ponen “peros” a este colectivo en materia de igualdad, dando a entender que aceptan la realidad homosexual, pero considerándolo algo que “se sale de lo normal”, que “es raro y erróneo”.

Primeramente, tanto personas heterosexuales, homosexuales o bisexuales, tienen el mismo derecho a tener pareja y disfrutar de una relación de afecto y amor mutuo, la única diferencia es que unos satisfacen esa legítima necesidad emocional con personas de su mismo sexo y otros con persona de sexo contrario.

La Constitución Española de 1978 condena cualquier tipo de discriminación, también sexual, y defiende la aconfesionalidad de las leyes promulgadas, de manera que las posturas homófobas, tanto civiles como religiosas, no debieran intervenir a la hora de dictar una ley que pretende garantizar un derecho legítimo a un colectivo minoritario merecedor del máximo respeto.

Por otro lado, el tema de la posibilidad de tener hijos o la adopción por parte de parejas o personas solteras homosexuales también ha suscitado todo tipo de comentarios y debates al respecto. Comenzando por la aclaración de que no existe un solo tipo de familia (padre-madre-hijo/s) ni familias “normales” y “no normales”, sino que la sociedad debe avanzar y valorar que pueden haber familias mono-parentales, heterosexuales y, por qué no, también homosexuales y que ello no conlleva ningún problema para la sociedad ni para el adecuado desarrollo de los hijos.

El pilar que debe sustentar una familia es el del amor y el cariño entre sus miembros, que los hijos tengan el apoyo incondicional de sus padres, se sientan queridos y protegidos en el entorno familiar y que ello sea visto como algo normal es necesario que sea considerado por todos nosotros.
Cabe puntualizar en este punto, que el colectivo homosexual no debe reclamar su derecho instrumentalizándolo, sino que, en primer lugar, se ha de reflexionar si se tiene la voluntad y la capacidad adecuadas para cuidar de un niño, protegerlo y darle el amor y la educación necesaria que requiere.

Finalmente, y para concluir, hacer mención a la necesidad urgente de educar a nuestros niños y niñas en el valor del respeto a lo diferente y la tolerancia, la igualdad en los roles sociales y la capacidad de aceptar, por supuesto, la realidad palpable de la homosexualidad en el día a día, sin inculcarles prejuicios ni ideas falsas al respecto.

Por otro lado, el Gobierno, desde sus competencias, debe velar para que medios de comunicación, escuelas y leyes reflejen el compromiso por la igualdad de derechos que nuestra Constitución, la de todos, dice asegurar, pero que en la práctica muchas veces no ocurre de la mejor manera; así como conseguir eliminar tabúes entorno a la homosexualidad.

Es pues, por lo que sólo de esta forma se conseguirá una sociedad más justa, más igualitaria, más respetuosa y con una mejor convivencia. Es algo que ya se está viendo, pero es vital que todos avancemos en la misma dirección para que este proyecto resulte provechoso para toda la población.